Esta leyenda transcurre por allá, por los años de los
inicios el siglo XIX, dice esta leyenda que por las orillas del río San Juan una
perra de esas llamadas pardas dio nacimiento a una media docena de cachorros de
los que destacaba un bello ejemplar de un color rojizo encendido, este perrito
llamo poderosamente la atención de Doña Juanita, señora mayor vecina de pueblo
y específicamente de la calle hoy llamada Cuauhtémoc, este color y la ternura
que despertaba el perrito rojizo hizo que la doña se enamorara del perrito y se
lo llevo a su casa, cuenta esta leyenda que empezaron a suceder hechos
sobrenaturales y macabros, que por las noches y madrugadas se veía corre un
enorme perro negro con grandes ojos
rojos que parecían las mismas llamas del inferno este hecho causaban terror a
quien lo por casualidad lo llegaba a ver, se le veía desparecer en la oscuridad
de la hoy calle de Aldama, lo curioso es que este infernal perro siempre iba
cargando un bulto entre sus horribles fauces, enojados y desesperados los pobladores del centro
de San Juan, un buen día esperaron la aparición del perro negro y empezaron a
seguirlo, platican los que recuerdan la historia que siguieron al perro hasta
casi la cima del cerro de la Venta, ahí vieron como entraba a una cueva con un
bulto entre sus fauces, disidieron esperar un rato hasta que el perro salió de
la cueva, entre ellos decidieron que una parte seguiría al perro y otra parte entraría
a la cueva y ver que cargaba este perro maldito..
Siguieron al
infernal ser hasta que desapareció dentro de una casa en Cuauhtémoc, tocaron
fuertemente la pesada puerta de madera y salió a atender Doña Juanita, Sra.
Mayor que asustada pregunto
-¿qué pasa
gente?, ¿que se les ofrece?
-perdone
usted, venimos persiguiendo un enorme perro negro y vimos que se metió aquí, en
esta casa
-no puede
ser posible aquí solo tengo a mi pequeño pulgas.
Les enseña a
su hermoso perrito rojizo
Aun con
miedo le piden que si podrían trae al cura de la parroquia
Ella siendo
devota mujer no pone objeción alguna.
Se va uno de
los hombres a la parroquia de nuestra Sra. De Guadalupe y le cuenta todo al
cura, este toma relicario, agua bendita y un puñal bendecido y corren a casa de
doña juanita...
Mientras en
la cueva del cerro de la venta la gente que quedo ahí entro rápidamente y se
llevaron la mayor sorpresa, al encontrar todos los niños desaparecidos aun
vivos con moretones, rasguños y adormecidos pero vivos, sabrá mi Dios que
destino les esperaría, los bajan para entregarlos a sus padres.
Cuando
llegan el vecino y el padre al domicilio de doña juanita, se empieza a
manifestar un fuerte olor a azufre, al pequeño perro se le encienden los ojos,
mientras el cura empieza el rezo, el animal se transforma a su verdadero ser, un
aterrador perro negro de enormes dimensiones y unos ojos rojos como las mismas
llamas del infierno, el cura saca de
entre sus sotanas el puñal bendecido y procede a acuchillar al perro, en la
lucha logra atravesar el corazón del perro, pero en su agonía el perro le
asesta una grande y profunda mordida, el perro muere y desaparece en medio de
unas enormes llamas, mientras tanto el cura es llevado al convento de santo
domingo a ser curados, desafortunadamente la herida fue demasiado fuerte y
profunda, y el padre falleció al poco tiempo de librar la batalla con el mismísima
mascota del diablo….
Desde entonces
a la cueva del cerro de la venta se le conoce como la cueva del diablo, y a
esta historia como la leyenda del perro del diablo… Fin
Como un
relato personal les debo contar que allá por el año 1980, vivíamos en Juan Ruiz
de Alarcón en la colonia las fuentes, precisamente a un costado de la calle de Aldama, era
una casa de dos pisos, donde había muchas manifestaciones paranormales, un día
estaba mi Mamá y una de mis hermanas recostadas viendo la tele y de reojo
vieron pasar por el pasillo la figura de un gran perro, se preguntaron
-¿viste?
-si Mamá, si
vi
Se levantaron
rápido y alcanzaron a ver como el perro bajaba las escaleras, lo siguieron lo más
rápido que pudieron y vieron como atravesaba la puerta de la cochera, salieron rápido
y alcanzaron a ver como se metía entre unos pinos chaparritos que estaban en el
jardín saliendo a la calle, los pinos se movieron como si los hubiera atravesado
cuerpo solido, pero el perro nunca salió del otro lado. En esa casa siempre se
oyeron sonidos como de pisadas por el ritmo y lo profundo del sonido se figuraba
como pisadas de botas militares y si estabas arriba alcanzabas a oír como se abría
y cerraba la puerta de la cochera…
Vivencias del
centro de san juan
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